Cuentan que siendo San Judas, una comunidad perteneciente al municipio de León y que se encuentra en los limites con San Francisco del Rincón, atravesada por dos Caminos Reales, seguido pasaban arrieros con ganado u otros productos a venderlos a Silao, San Francisco del Rincón o León, que de regreso escondían el dinero en sacos de cuero.
Antes de pasar nuevamente por San Judas eran asaltados; muchos salvaban la vida, otros, ya muertos, eran arrojados junto con sus animales a las norias secas y sus tesoros enterrados sabrá Dios dónde.
Durante la Revolución, un par de arrieros fueron detenidos por los Carrancistas y les preguntaron de qué bando eran; ellos, sin saber que responder, dijeron que eran villistas, y esto fue suficiente motivo para que les aplicaran la ley fuga; a uno le descargaron toda la pistola en la espalda y al otro le dieron un solo disparo en la base de la nuca, volándole la tapa de los sesos.
Los cuerpos fueron sepultados en la vieja capilla de San José del Resplandor, y varios años después, un joven asustaba a los caleros que atizaban los hornos de noche con sus calaveras. Luego, por varias noches un hombre vestido todo de blanco se aparecía y algunos que lo confundieron con un borrachín, le preguntaron: «¿Quién eres?», y él les respondía: «Soy arriero, vengo del Sauz de Armenta y voy para León». Esto se acabó cuando finalmente quemaron los restos.
En otra ocasión, mataron a otros arrieros que traían barras de plata y éstas fueron echadas a la noria de Don Chon. Se cree que en todo San Judas hay tesoros dispersos y enterrados, que alumbran en las noches de los tres jueves mayores –Jueves Santo, Jueves de la Ascensión y Jueves de Corpus-, y que las almas de los arrieros impiden que los encuentren.
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